Dosis de refuerzo de vacuna contra Sars-Cov-2 en pacientes inmunocomprometidos


ANTECEDENTES GENERALES

Según lo publicado por el Centro de Prevención y Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), las personas que viven con infección por VIH u otras condiciones que causan inmunosupresión, o las personas que reciben terapias inmunosupresoras, pueden tener un mayor riesgo de contraer COVID-19 grave. No hay datos suficientes para establecer la seguridad y eficacia de las vacunas contra SARS-CoV-2 en estos grupos, sin embargo, dado que las vacunas autorizadas son inactivadas (incluidas las plataformas nuevas como ARN mensajero, vector viral), pueden administrarse de manera segura a personas con inmunosupresión.

No hay datos suficientes para definir el momento óptimo de la vacunación contra COVID-19 en las personas que van a recibir terapias inmunosupresoras. Sin embargo, por la experiencia en la vacunación en este grupo, lo ideal es que el esquema de vacunación contra SARS-CoV-2 se complete al menos 2 semanas antes del inicio de la terapia. Cuando esto no es posible, el esquema de vacunación contra SARS-CoV-2 se puede administrar en el curso de la terapia inmunosupresora. La decisión de retrasar el tratamiento inmunosupresor para completar el esquema de vacunación debería considerar los riesgos relacionados con la enfermedad de base.

En este momento, no se recomienda la re-vacunación de las personas que fueron vacunadas contra SARS-CoV-2 durante la quimioterapia o el tratamiento con inmunosupresores, al recuperar la competencia inmunológica. Tampoco se recomienda realizar estudios de anticuerpos para evaluar la inmunidad al SARS-CoV-2 después de la vacunación.

No existe un correlato inmunológico establecido de protección contra el SARS-CoV-2, por lo que el riesgo de infección en personas que responden de manera incompleta a la vacunación contra COVID-19 no se puede cuantificar utilizando datos de inmunogenicidad. Para establecer la utilidad de una dosis de refuerzo en esta población, es necesario saber si existe una disminución de la protección contra la enfermedad, es decir, una disminución de la efectividad, no solo la disminución de la respuesta de anticuerpos. Actualmente, no hay datos que respalden una dosis de refuerzo.

VACUNACIÓN DE PERSONAS CON ENFERMEDADES AUTOINMUNES

Las personas con enfermedades autoinmunes han sido elegibles para inscribirse en los ensayos clínicos de las vacunas contra SARS-CoV-2. En los participantes de los ensayos clínicos que recibieron alguna de las vacunas contra COVID-19, no se observó la aparición de síntomas compatibles con afecciones autoinmunes o trastornos inflamatorios comparado con los que recibieron placebo.

En un estudio observacional multicéntrico realizado por Furer et al3 . se evaluó la inmunogenicidad y seguridad de dos dosis de la vacuna ARNm BNTb262 (Pfizer-BioNTech) en personas con enfermedades reumatológicas autoinmunes inflamatorias (AIIRD) con o sin tratamiento inmunosupresor, posterior a 6 semanas desde la segunda dosis de la vacuna. Se observó que la vacuna fue inmunogénica en la mayoría de los pacientes con AIIRD, con un perfil de seguridad aceptable. Los tratamientos biológicos con anti-citoquinas, incluidos TNF, IL17 e IL6, no interfirieron con la producción de anticuerpos inducidos por la vacuna. El tratamiento con glucocorticoides (dosis media de prednisona de 6,7 ± 6,25 mg/día), Rituximab, Micofenolato de mofetilo (MMF) y Abatacept se asoció con una disminución significativa de la inmunogenicidad inducida por la vacuna. Posponer la administración de Rituximab y Abatacept, especialmente cuando se combinan con metotrexato, cuando sea clínicamente factible, podría mejorar la inmunogenicidad.